En el siglo XXI, la educación ha experimentado transformaciones profundas impulsadas por la irrupción de las nuevas tecnologías. Sin embargo, más allá de la digitalización y los dispositivos, el verdadero cambio aún está en proceso. ¿Cuáles son los desafíos reales que enfrenta la educación del futuro? ¿Cómo se redefine el rol docente en esta nueva era? Para responder a estas preguntas, conversamos con el Dr. Gustavo de Elorza Feldborg, referente en innovación educativa y especialista en inteligencia artificial, neuroeducación y virtualidad.
De Elorza es Licenciado en Tecnología Educativa, Especialista en Educación y Nuevas Tecnologías, Especialista en Neuroeducación, Máster en Educación, Doctor en Tecnología Educativa y esta certificado como Leaders of Learning Havard University Graduate School of Education . Su trayectoria lo posiciona como una voz autorizada para pensar el presente y proyectar el futuro de la educación.
De Elorza advirtió sobre el entorno físico del aprendizaje: “el aula tradicional sigue siendo una cápsula del tiempo. Cambian los calendarios, evolucionan los dispositivos, pero el diseño espacial sigue anclado al siglo XIX”.
Además, subrayó que la arquitectura escolar no es neutra: “educa con su forma. Por eso, propone reconfigurar las aulas como ecosistemas creativos, espacios móviles, configurables, donde el cuerpo pueda moverse, interactuar y sentir”.
“No alcanza con digitalizar el pizarrón; hay que desarmar la lógica del pizarrón como único punto de saber. Hay que mutar del aula como recipiente al aula como laboratorio” declaró.
En este sentido, advirtió: “No podemos educar cerebros del siglo XXI en aulas del siglo XIX con metodologías del siglo XX. La innovación empieza cuando repensamos la forma en que habita el aprendizaje”.
“Hoy convivimos en un aula expandida, una suerte de laboratorio híbrido donde las fronteras entre lo físico y lo digital se desdibujan”, afirmó el especialista, al ser consultado sobre las principales herramientas tecnológicas actuales.
“Entre las tecnologías más utilizadas de gestión del aprendizaje son Moodle, Canvas o Classroom; o también algunas que se basen en entornos inmersivos como metaversos educativos; simuladores de realidad aumentada; asistentes inteligentes basados en IA generativa y sistemas adaptativos que personalizan la experiencia según el perfil neuronal del estudiante” concluyó.
Sin embargo, de Elorza pone el foco en el uso pedagógico más que en el recurso en sí: “Un proyector sin una didáctica transformadora es solo una linterna cara. La tecnología no enseña; habilita posibilidades”.
Lejos de centrar el debate exclusivamente en lo tecnológico, de Elorza propone una mirada más profunda y estructural: “El gran desafío no es tecnológico, sino epistemológico”
“Venimos arrastrando un modelo de escuela tradicional, mecánica y repetitiva que formatea cuerpos para la obediencia y mentes para la repetición. En plena era del algoritmo, el verdadero salto evolutivo de la educación es pasar de una pedagogía del contenido a una pedagogía del pensamiento” afirmó.
De esta manera, planteó una transformación que implique abandonar la lógica de la enseñanza como transmisión de contenidos y asumirla como una construcción colectiva, con foco en la colaboración, la creatividad y la formación integral del ser humano. «Enseñar a pensar, a dudar, a crear… se vuelve un acto político y urgente», subrayó.
Por otra parte, de Elorza no dejó pasar la oportunidad para hablar de la inteligencia artificial y su impacto en la enseñanza y la evaluación, De Elorza es claro: “La IA debe ser un copiloto, no el piloto. Debe acompañar procesos, no dictarlos”.
Además, destacó que “puede ser una gran aliada para adaptar rutas de aprendizaje, diagnosticar estilos cognitivos, facilitar la inclusión y liberar a los docentes de tareas administrativas”. Pero advierte sobre el riesgo de caer en evaluaciones algorítmicas que reducen lo complejo a métricas: “La evaluación no debe olvidar lo esencial, él deseo, el vínculo, la historia subjetiva del aprender”.
Para de Elorza, el camino no es solo incorporar tecnología, sino rediseñar el sistema desde una mirada inclusiva, neurodiversa y tecnoética “La calidad no se mide en rankings, sino en la capacidad de generar experiencias significativas, sensibles al contexto de cada estudiante”, afirmó.
En este sentido, remarcó que la accesibilidad no puede reducirse al acceso a dispositivos: “debe garantizarse también desde políticas públicas que aseguren conectividad, formación docente continua y marcos curriculares flexibles”.
Para finalizar, de Elorza dio un consejo aquellos educadores que quieran ser agentes activos de cambio en el siglo XXI : “Primero, perder el miedo. La tecnología no viene a reemplazarnos, sino a desafiarnos. Segundo, formarse no sólo en herramientas sino en nuevas formas de mirar la enseñanza. Tercero, rodearse de colegas, el cambio es colectivo. Y cuarto, no renunciar a lo esencial, educar sigue siendo un acto de amor”.
Y agrega una frase que resume su visión: “Sean irreverentes cognitivamente hablando. Pregunten, rediseñan, hackeen la escuela desde adentro. Porque hoy más que nunca, enseñar es un acto de disidencia frente a un mundo que pretende convertirnos en datos”.
Ante estos nuevos desafíos de la innovación educativa, UFASTA, lanzó la Maestría en Tecnologías Digitales para la Innovación Educativa, con la dirección de de Elorza, para más información https://www.ufasta.edu.ar/landings/distancia/maestria-en-tecnologias-digitales-para-la-innovacion-educativa/