En Mar del Plata, el sector pesquero representa un fuerte porcentaje del PBI local (datos de diversas fuentes ubican el porcentaje cercano al 35%). En la cadena que lleva el pescado desde nuestro mar hasta las mesas, un eslabón fundamental es aquel constituido por las plantas de procesamiento del producto. En esta edición de Linkeados, conocemos una de ellas y compartimos esta experiencia inmersiva.
La planta no es demasiado grande. Los pisos están mojados, el aire huele a desinfectante y suena a cumbia. Cuenta con dos pisos. En el de abajo, los carteles reglamentarios señalizan los sectores en los que se realizan las distintas tareas: fileteado, despinado, envasado, almacenamiento, lavado. Arriba se encuentran las oficinas administrativas, el comedor para los trabajadores y el depósito donde se guardan los envases.
El lugar cuenta con catorce empleados, de los cuales dos son fileteros, dos administrativos y el resto despinadores y envasadores.
—¿Cómo es tu nombre?
—Reyna. Reyna, Reyna.
—¿Reina?
—Sí, y el segundo: Isabel. ¡Tomá!
—¿Hace mucho trabajás en el pescado?
—Siempre, siempre.
—¿Cómo te acercaste? ¿Por tu familia? ¿Vivís por acá?
—No, yo vivo lejísimo, en el barrio Autódromo. Pero bueno viste, tenés que seguir y qué va a hacer. No queda otra. Ya me acostumbré a este rubro, a los trece años empecé. Traté de dejarlo por el frío, por los huesos, pero no queda otra.
—¿Qué edad tenés?
—Yo, sesenta y dos.
Reyna es despinadora, y es una de las catorce personas que trabaja en la planta. En la misma mesada metálica en la que trabaja Reyna, a su izquierda, despina también Omar, que trabaja en esta empresa desde hace veintidós años, y está en el rubro desde los dieciséis. Contra la pared de enfrente, un poco más al fondo, está Noelia. Ella envasa.
—¿Hace cuánto estás en la planta?
—Estoy hace cinco años y medio acá —contesta Noelia, mientras continúa con su tarea, que consiste en envolver en nylon el pescado ya despinado.
—¿Habías trabajado antes en otras plantas?
—Sí, anteriormente trabajé en otros lados
—¡Y es una guerrera te digo, eh! —interviene Reyna, desde su lugar.
—¿Por qué?
—Estuve enferma… Hace cuatro años que vengo peleándole a una enfermedad, a un cáncer. Pero ahora estamos bien. Recuperando.
—¡Somos re famosas Noe! —grita Reyna.
Un poco más allá, detrás de una cortina de tiras de plástico, Leo, Sebas y Pablito colocan en cajas con hielo el pescado ya envuelto. Adelante hay dos cortinas de plástico más que separan el área de trabajo del exterior. Entre medio de ellas se colocan los desechos, que quedan a la espera del camión que pasa una o dos veces durante el día para recogerlos y llevarlos a las fábricas donde se convierten en harina de pescado.
Las tareas principales de la planta son despinar, envasar y distribuir. El pescado generalmente llega cortado, es por eso que los fileteros solo son dos. Los barcos entran al puerto el domingo a la noche y a las cuatro de la mañana, más o menos, el pescado se deja en las plantas (otras plantas) donde se empieza a cortar. Los mil o dos mil cajones que suelen entrar por barco se dividen entre los compradores. En esta planta se trata de comprar en volumen: de a doscientos, doscientos cincuenta o trescientos cajones, ya que es lo que funciona para la cantidad de pedidos que tienen.
El pescado llega a la planta en tandas de veinte cajas de 35 kilos. Allí, es despinado y envuelto en el nylon correspondiente, colocado en cajas de 20 kilos y se le pone hielo. A continuación, pasa a los camiones que se encargan de su distribución, o a las cámaras donde se mantiene refrigerado hasta el momento del reparto. Hay dos tipos de cámaras: las que conservan los productos congelados, y las “cámaras pulmón” que conservan el pescado fresco. Estas últimas, están prendidas durante el día, pero al finalizar la jornada se apagan para evitar que el pescado se congele, puesto que el hielo de las cajas alcanza para mantenerlo en condiciones adecuadas.
La distribución se organiza por tandas y, en función de los pedidos, se divide la mercadería. La planta vende a Capital Federal, Rosario y Córdoba, además de a pescaderías locales. Se especializan en merluza, pero también trabajan con gatuzo, salmón y mariscos, que se comercializa en envases de menor volumen.
De los doscientos cajones de 35 kilos que llegan a la planta, se obtienen aproximadamente ciento veinte o ciento cuarenta cajas de 20 kilos cada uno. A veces menos: cien o noventa. Las cuentas son inexactas porque dependen del estado en el que llega el pescado.
Hay, además, otros factores que dificultan la previsibilidad de la producción. Actualmente el puerto de la ciudad de Mar del Plata, que representa el 49% de la actividad pesquera del país, se encuentra atravesando un contexto de crisis. La demanda del filete de merluza se redujo en un 23% y la recaudación bajó un 26%, provocando que, por problemas de rentabilidad, la actividad de los buques baje.
“Cuando hay poca entrada, capaz tenes pescado los lunes y martes, pero ya el jueves no hay nada. Y varía mucho el precio” explicó Franco, que es joven y desde hace cinco años trabaja en la planta, haciendo un poco de todo, principalmente en la oficina. “De la entrada que haya depende cuánto compramos también. Eso afecta para pagarle a la gente, porque si no hay pescado no hace plata” agregó.
Por su parte, Rubén, el encargado de la planta, mencionó: “No hay consumo, hay poca venta y por ende poco trabajo”. Y refiriéndose a la variabilidad de los precios: “Al no haber pescado, se aumenta, a veces aumenta la oferta y baja”.
* Este artículo es parte de la edición de JUNIO 2025 del newsletter LINKEADOS de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad FASTA * Se trató de una experiencia inmersiva en la cual se busca, a través de las imágenes y el texto, contar cómo es una de las actividades más importantes de la industria local en Mar del Plata *
Filmación: Caterina Dell Era, Catalina Reyes, Paula Faiella
Guión y producción: Martina Campodónico
Edición de video: Malena Velasco, Paula Faiella y Agustina Lavilla
Nota: Camila Spoleti – Santiago Aguilar
Reel: Guadaulpe Dinardo – Paula Watson
Linkeados, newsletter mensual de la FPyC UFASTA | Junio 2025 – Año 4 – Número N° 19